jueves, 29 de mayo de 2014

Nadie dijo fácil (segunda parte)

Si quieres leer las primeras líneas, vete antes aquí:
http://enasonante.blogspot.com/2014/05/nadie-dijo-facil-primera-parte.html


Se apagó la luz y, rápidamente, el escenario se quedó vacío. La luz volvió y comenzó a sonar música de los Rolling mientras todos buscaban la salida. Itziar se había marchado a buscar a los amigos que había dejado olvidados todo el concierto y David en busca del manager, para convenir el lugar en que tendría lugar la entrevista. Desapareció durante unos instantes y volvió con bastante prisa.

- Pablo, recoge todo, nos vamos.

- ¿Y la entrevista?

- Luz ya está en el hotel, tenemos veinte minutos para estar allí o no hay entrevista.

- ¿Quienes van?

- Sólo podemos estar tres, y por lo visto vamos a tener que esperar bastante. Marcos, ¿tienes algo por la mañana?

- No.

- Pues entonces, venís tu y Pablo.

Un poco malhumorado, Pablo recogió la cámara tan rápido como pudo, Marcos trataba de que no se enfadase en exceso. Salieron tan pronto del pabellón como pudieron y se dirigieron hacia el hotel. El tráfico hacía imposible ir en coche y además no encontraron a nadie que pudiera llevarlos, por lo que fueron andando. No estaba demasiado lejos el hotel, pero la cámara y los focos pesaban bastante. Al llegar a la recepción del hotel, Pablo y Marcos se sentaron juntos. David se recostó en un sofá, sacó una tarjeta y un boligráfo del bolsillo de su chaqueta y se puso a escribir lo que debía se la entrevista. Poco a poco, fueron llegando el resto de los medios de comunicación, David ni se percató, seguía a lo suyo, escribiendo, mirando de vez en cuando al techo y escribiendo breves esbozos. Se abrió el ascensor y salió de él el manager.

- Luna baja en diez minutos, está muy cansada y mañana tenemos concierto en Oviedo, así que tenéis que ser breves.

- Va a ser entrevista individual o rueda de prensa -preguntó alguien-.

- Cuantos sois…-comenzó a contar el número de medios que estaban allí-. Sois la hostia… Hacemos una cosa, los de prensa y radio juntos y vosotros -señaló a Pablo y Marcos que estaban colocando los focos- teneis diez minutos, después.

Antes de cinco minutos se volvió a abrir el ascensor con Luna y su inseparable manager. Ella bajó casi sin maquillaje, con ropas anchas de colores brillantes y sobre la cabeza un pequeño sombrero de lentejuelas de colores. Saludó a todos, se sentó en la silla central de una larga mesa y al otro lado todos los periodistas, colocando micrófonos y grabadoras. Estuvieron más de media hora. En la cara de ella se notaba el cansancio, pero cuando acabaron, se puso a firmar autógrafos para todos ellos, que guardaban sus papelitos como si fueran las joyas de la corona. Ya eran más de las tres de la madrugada, la sala se quedó casi vacía. David se dirigió a Pablo y le dijo más o menos como quería los planos, se sentó al lado de Luna.

- ¿Algún tema prohibido?

- No -esbozó una media sonrisa de sorpresa por la pregunta-. Pero ten en cuenta la hora que es, no me metas en muchos líos.

- Será difícil, pero lo intentaré.

 
El compromiso había sido de diez minutos pero se alargó hasta la media hora y de haber sido por ellos, habría durado bastante más. Había un ambiente extraño en la conversación, parecía como si se tratara de dos amigos que hacía mucho tiempo que no se veían y estaban hablando mientras tomaban unas copas en un bar. A todos extrañó aquello, pero ninguno decía nada, porque aquello estaba quedando bastante bien. Estaban hablando de casi todo lo que ningún otro periodista se había atrevido a preguntar. David hizo su primera entrevista a Más que amigos un año atrás y no había quedado conforme con el resultado, porque según él, no se puede entrevistar a alguien a quien se admira y tratar de sacar algo interesante de la conversación. Decía que aunque se trate de evitar, el entrevistador es ser humano antes que cualquier otra cosa y sus sentimientos acaban influyendo y deja pasar oportunidades en las que tiene al entrevistado dispuesto a contestar a cualquier pregunta de modo que la respuesta pueda ser utilizada como un titular. Luna no era Más que amigos, a ella no la admiraba, aunque reconocía que posiblemente tenía mas calidad.

Se despidieron con dos besos. El mal humor del que había hecho gala con anterioridad, había desaparecido y se ofreció a llevar él la cámara. Pablo estaba cansado y no se negó. Llegaron al estudio hacia las cuatro y media. Colocaron todas las cosas en su lugar, cerraron la puerta y se marcharon juntos. Marcos sugirió ir a tomar algo, David casi obligó a Pablo a aceptar la propuesta y entraron en el primer bar que encontraron abierto.

- Oye Pablo, que creo que me pasé un poco contigo…

- ¿Sólo un poco?

- Vale, me pasé bastante, pero sabes lo que hemos estado esperando esto y casi lo jodes por no mirar lo que había en la bolsa antes de salir.

- Yo había dejado todo preparado esta tarde porque sabía que iba a llegar muy pillado de cenar, dejé el jack dentro, pero algún gilipollas anduvo tocando los cojones donde no debía y luego la culpa y el pateo son para mi.

- ¡Luis! - Pablo y David miraron hacia la puerta, pensando que estaba entrando Luis-, fue él, estoy seguro de que fue él quien sacó el jack de la bolsa. Cuando yo me iba se quedó en el control para meter lo de las motos de ayer.

- Bueno, que más da. Lo importante es que al final todo ha salido bien, a ver que tal ha quedado la entrevista.

- De vicio, has estado como en tus mejores tiempos.

- Marcos, ya sabes que no me gustan los pelotas.

- No es pelota, te dice la verdad. Parecía… no sé, como si… ha sido la hostia. Erais tu y ella, y nada más, ni cámaras, ni focos, ni nada. Si lo montas bien, es para guardarlo con el caviar.

- Si lo montamos… porque mañana quiero veros allí a las diez, hay que sacarlo a mediodía.

- ¿Estás loco? Yo me he levantado a las ocho para preparar la mierda de los reportajes del programa de Dani, que no tenía nada.

- Joder, pues yo sólo no lo monto, que luego decís que tengo afán de protagonismo. Tu Pablo, ¿qué dices?

- Yo tengo mucho sueño y ya son las cinco, pero si no hay mas remedio…

Cuando salieron del bar eran casi las seis y de no haber sido porque cerraba se hubieran quedado allí un buen rato más. Despues de la tormenta que recibió Pablo, llegó la tranquilidad que deja haber dicho lo que se siente sin pensar lo que se dice. Pablo, David y Marcos siempre se han llevado bien porque son muy parecidos, les gustan las cosas bien hechas y no guardarse nada, para no llegar a explotar con nadie.



martes, 27 de mayo de 2014

Nadie dijo fácil (primera parte)

El pabellón estaba completamente lleno, las luces desaparecieron y tras el telón del escenario aparecía una luz que marcaba una silueta. Cayó el telón, la música comenzó a sonar, con mucha fuerza, sin estridencias. Un sólo de guitarra, la música inundaba la sala entre los gritos de la multitud. Un brusco movimiento de la cabeza del guitarrista hizo ondear su melena en el viento, marcando la señal. Completa oscuridad, ya solo sonaba la batería, un cañón de luz rompió la escena y desde la derecha del escenario comenzó a salir lentamente, a medio camino entre la timidez y la sedución, una mujer de larga melena, oscura, completamente lisa. Volvió la música, el concierto daba sus primeros pasos.

El público no paraba de moverse hasta el anuncio de la cuarta canción. Esta es una bellísima canción de amor, una más. La guitarra acústica llenaba todo con su melodía romántica, sustituyendo el sonido ensordecedor que marcaba el ritmo hasta entonces. Las parejas, abrazadas, aprovechaban la melodía para buscar un contacto que hasta entonces no habían tenido, tal vez porque habría desentonado. Al finalizar, otro tema de similares características y un tercero.

- Esta es la canción.

- Debería irme.

- Puedes hacerlo si quieres, yo no te sujeto. Pero me gustaría que te quedaras.

- Yo quiero quedarme.

Él la abrazó por la espalda, acariciando sus manos sobre el vientre de ella. Cerró los ojos, por su mente pasaban demasiadas contradicciones como para hacer algo más que dejarse llevar por la música y las caderas de ella. Ella no sabía bien que hacer. Quería pasar con él toda la noche, pero había abandonado a todos sus amigos y había prometido volver antes de que empezara el concierto. Además, aquel día era el último que estaría con algunos de ellos antes de que se fueran para empezar las clases.

- David.

- ¿Qué?

- ¿Se te ha pasado ya el enfado?

- No estaba enfadado, pero me molesta mucho que la gente sea tan irresponsable…

- Sólo era un jack, y fue a por él. Andando.

- Estoy muy a gusto, Itziar, no me hagas pensar en eso otra vez, si tienes mucho interés, otro día te cuento lo que pasó.

- Vale. Abrázame.

Eran las palabras que él quería oir. Sólo quería estar al lado de ella y olvidarse de todos los demás. Aquella noche estaba siendo muy especial para David. Antes del concierto, estuvo casi a gritos con Javi porque se habían olvidado de un jack para la conectar el micrófono a la cámara. Había estado esperando aquella entrevista más de dos meses. Luna Rojo solamente les concedería unos minutos y si no se hubiera dado cuenta él, no podría haber hecho la entrevista. David era un poco maniático, e irritantemente perfeccionista, tenía sus defectos, pero todos en el Canal Joven sabían apreciar sus dotes de comunicador, sobre todo por su agudeza haciendo entrevistas. Llevaba apenas un año delante de la cámara y había logrado convertirse en el mejor entrevistador del canal. Desde hacía más de medio año, todas las entrevistas a personas importantes las hacía él si quería, y si no, preparaba las preguntas para que otro las hiciera, mientras el se quedaba detrás de la cámara, tratando de innovar en la búsqueda del plano perfecto para cada pregunta, con la cámara al hombro. Hacía montajes completamente diferentes a lo que se estaba haciendo hasta entonces, pero nunca nadie podía criticar con motivo nada de lo que hacía.

- ¿Ya has pensado como vas a hacer la entrevista?

- Depende del tiempo que tenga y si la puedo hacer solo o no. Tengo varias opciones.


miércoles, 21 de mayo de 2014

El amor viaja solo

En la noche, un momento,
tú llamabas a la puerta.
- Pasa, no te quedes fuera.
- Sólo si me das dos besos.

Te puse una copa, 

tu guardabas silencio.
Te pregunté algunas cosas,
siempre respondías con miedo.

No dejaba de mirarte, 
tu mirabas al suelo.
Comenzaba a enborracharme,
qué pronto pasó el tiempo.

Y después de aquella noche,
no tardamos en vernos,
y el que miente, algo esconde,
lo que esconde, lo lleva dentro.

Todos me decían ¿qué pasa?
¿por qué dejas cabos sueltos?
con estar así, ¿qué ganas?
Sólo espero un buen momento.

Y lo que era un capricho 
pasó a ser algo serio.
Yo quería estar contigo,
pero me paraba el miedo

Y al fin una noche solos,
traté de decir "te quiero".
Lo intenté y no supe cómo,
tú paraste mi intento.

Y ahora que estoy solo,
sólo me queda el recuerdo.
Sé que fui un tonto,
por no decir "te quiero".

Sólo quiero estar contigo,
quiero que no sea un sueño
el que seamos más que amigos,
para nadie es ya un secreto.

Ahora sé que he cambiado,
ahora sé que puedo
estar siempre a tu lado
y hacerte feliz todo el tiempo.

Y ahora que estoy solo,
sólo me queda el recuerdo.
Sé que fui un tonto,
por no decir "te quiero".

martes, 13 de mayo de 2014

Ponferrada

Duele tanto, a veces, recordar,
los momentos que vivimos,
aquellos que dejamos atrás,
esos que se alejan mas y mas.
La tierra donde crecimos,
los amigos que conocimos
y no veremos jamás.

Las tardes de verano al sol,
los paseos de la mano
que acabaron en amor.
Mi destino me llevó
lejos de los templarios,
de tus montes y tus prados,
de la campana de tu reloj.

Fue pasando el tiempo
en su lento discurrir
y ahora te siento lejos,
ahora es cuando recuerdo
todo lo que en tu seno viví
lo que a tu lado sentí,
eres mi único puerto.

Aquella Virgen morena
que vieron en una Encina,
sigue encerrada en su iglesia,
de la que tanto se espera,
que a ninguno nos olvida
ni olvidará mientras exista.
Ojalá volviera a verla…

Tu castillo aún sigue en pié
sufriendo el paso de los años,
sus muros hoy son papel
que se niega a desaparecer,
y recuerda a los enamorados
que un día le contaron
que no se querían perder.

A tu salida sigue aquel monte
carbón que quiso se parque
con árboles y mil flores
que su historia esconden
y hoy de tu historia ya es parte
de aquel tiempo en que quiso darte
diamantes que quedaron en carbones.

La plaza de las bodegas
celebrando su Navidad
rodeada de cortos y cervezas,
de jóvenes y sus borracheras.
En el centro de ti encontrarás,
junto a tu iglesia, a sus puertas,
mis recuerdos de esa época.

Aún suena aquel viejo reloj,
en el último resto de tu muralla,
aún late su cansado corazón,
forjado en un tiempo mejor.
En la torre la campana,
sigue soñando con las mañanas
en las que decía que salía el sol.

En mi memoria aquel parque,
allí descubrí el amor,
ojalá puedas acordarte…
Para mi fue muy importante,
late distinto mi corazón
desde el día que se enamoró,
para que contarte, ya lo sabes.


Las lágrimas me dejaron ciego
tu eras mi compañera,
mi amiga, mi consuelo,
en aquellos tristes momentos.
Oía tu voz con pena
que decía: ‘no llores por ella’,
con los susurros del viento.

En mi memoria aún quedan
tus calles y tus parques,
tus casas hechas en piedra,
tus bajadas y tus cuestas.
Las frías mañanas en clase,
pensando en escaparme
para sentirte mas cerca.

A nadie podré amar como a ti,
lo que tengo llegaría a darte
si me lo quisieras pedir,
así podría darte algo, que nada di.
Tu fuiste el juez y gran parte
de mi vida y lograste
que hoy yo sea feliz.

Quisiera poder dar un paseo
por el cielo para aprender
a decirte lo que te quiero.
Es imposible, no puedo
correr por el cielo sin red,
ni encontrar un poeta bajo piel
que cuente lo que por ti siento.

Ahora que te siento tan lejos
me dan ganas de dejar todo.
Sin ti me estoy muriendo
sin ti es que me pierdo.
Lejos me siento tan sólo,
que me estoy volviendo loco
por quererte como te quiero.

Dulce presencia

Duerme en silencio,
si tu la ves,
algo te quema por dentro.

Ángel cuando duerme,
de tanto mirarla,
los ojos duelen.

Mil caricias, mil gestos,
sus ojos mariposas,
batiendo alas al viento.

Una luz ilumina el cielo
si su sonrisa
es tuya por un momento.

Sólo compararla con otra
es un desprecio,
la perfección no tiene copias.

No he conocido nunca
a nadie como ella,
mi vida ya es sólo suya.

En el cielo mil estrellas
y entre todas la más bella
lleva su nombre en su estela.

A su lado no hay noches,
es eterno el día,
si ella no se esconde.
Una flor de primavera
nació con ella y trajo
una caricia eterna.

Las gotas del rocío reflejan,
que ella en realidad
es casi una princesa.

Se empeña en negarlo,
pero el paraíso
está a su lado.

Su vacío es la tristeza
de perderla para siempre
de no tener su presencia.

Echarla de menos
es vivir por ella,
aferrado a su recuerdo.

Lo normal es quererla,
sin poder evitarlo
cuando la sientes cerca.

En el cielo una estrella
dejó para ella un hueco,
al verla se quedó ciega.

En el cielo mil estrellas
y entre todas es la más bella,
mi corazón es para ella.

El beso de Venus

Habían pasado casi cinco años desde que había hecho las maletas por primera vez, dejando atrás familia y amigos. Ellos estuvieron a mi lado mientras me enfrentaba a un nuevo reto en mi vida, la universidad, aceptando de mejor o peor grado las migajas que quedaban de mí para ellos. A lo largo de los años, el tiempo me fue cambiando, pero nunca desanimé en el empeño, ni siquiera tras aquel cuatro y medio en álgebra, que tanto me dolió. Ni los empachos de libros y apuntes las semanas antes de los exámenes, casi sin comer, casi sin dormir, con los nervios a flor de piel. Decían mis compañeros que en exámenes era todavía más insoportable que de costumbre. Pasaba todo el curso viviendo de noche, sin ir a clase, pero llegaba enero y me volcaba por completo en los estudios. Acudía a los exámenes con las ojeras reveladoras de una noche sin dormir y con un par de whiskies en el cuerpo, fuera la hora del día que fuera. Todos veían en mi cara de suspenso a la salida, pero a la hora de ver publicadas las notas, junto a mi nombre, casi siempre aparecía una buena puntuación.

Por fin podía haber acabado todo. Aquel veinticuatro de junio podría haber sido un día como cualquier otro, pero acababa de hacer un examen, mi último examen, tal vez. Después de cruzar las palabras de rigor con mis compañeros tomé lentamente el camino de mi casa. Según avanzaba, comencé a notar un poco de nostalgia, después de todo, en la universidad era alguien importante, la gente me conocía por los pasillos, pero a partir de la semana siguiente, iba a ser todo distinto. Empezaba a trabajar en Madrid, una ciudad completamente desconocida para mí, donde nadie, o al menos yo, conocía a nadie y a nadie le importa mi vida. Llegué con más cansancio de lo acostumbrado a mi habitación y el mundo pareció caer con todo su peso sobre mis hombros. Si el camino de la facultad a casa fue pensativo, no cambió mucho en cuanto me dejé caer sobre la cama. Sentí un enorme vacío. Llegaba el momento de volver a despedirse de la gente, de volver a conocer nuevas caras y cambiar lo cotidiano por algo completamente nuevo. Agobio... una palabra que nunca supe definir, pero que en ese momento, creo, llegué a sentir.

Casi sin darme cuenta, había vuelto una tristeza que no sentía desde mucho años atrás, en el entierro de mi madre. Estaba empezando a sentir como me hundía sobre mi cama y las paredes parecían encerrarme poco a poco en aquel diminuto cuarto, cuando el martilleo del teléfono me hizo volver al mundo.

- Esta noche hay que celebrarlo.
- ¿Qué quieres celebrar?
- Pues que tú, te vas y yo... me iré dentro de algunos años.

Hugo empezó conmigo, pero algunas asignaturas, le habían hecho ir casi dos curso por detrás. Sabía que esa noche iba a pasar por un estado de ánimo similar al que sentía. Después de cinco años, nos conocíamos bastante bien, sobre todo él a mí. Cuando llegase la noche, la soledad sería el peor enemigo con el que podía encontrarme y la propuesta, no era del todo mala. Unas copas, buena música y los amigos de siempre, de la facultada, de fiestas, ex-novios y ex-novias.

Salí de casa hacia las once con una falsa sonrisa de felicidad, de negro por fuera y por dentro. No llevaba conmigo el ánimo propio de fiesta, pero entre todos lograron animarme en la medida de lo posible. Las primeras horas pasaron lentas, entre humo, miedo a despedidas y vasos que parecían no querer vaciarse. Carla ya sabía que había terminado derecho y se aferraba a los brazos de Jorge, que se tendría que quedar por lo menos un año más por aquellas calles y rodeado de aquellos muros en los que tanto habían vivido. Marta y Fernando seguían con su fuego cruzado, al amparo de la complicidad del resto, que sabíamos que era mentira. Durante años, prácticamente se odiaron, pero desde que Hugo y ella dejaron de salir juntos, estaban algo más que unidos. Al principio, Marta lo pasó bastante mal, después de tres años había dejado a un lado todos sus amigos, para integrarse en nuestro grupo, que era el de Hugo, no el suyo. Iba de niña bien, siempre con ropa de marca y gastando cantidades ingentes cada noche, por lo que nos cayó bastante mal a todos salvo Fernando. A él siempre le gustó Marta, pero Hugo era su mejor amigo y no podía hacerle eso, así que esperó bastante tiempo hasta acercarse a ella. Ya habían pasado cinco meses desde que se habían separado, pero todavía no daban ninguna muestra pública de lo que pasaba cuando los demás no estábamos, aunque todos lo sabíamos.

A Elisa ya la habíamos perdido para toda la noche. Como solía ser su costumbre, estaba ligando con el camarero, tal vez para no pagar las copas durante los días que le quedaban hasta volver a Cáceres tras su último examen. Quedábamos Hugo y yo, cada uno con su cruz y sus motivos para no sonreír. Él porque se tenía que quedar algunos años más y yo porque debía irme. La conversación no era muy fluida, casi evitando pronunciar las palabras, manteníamos una conversación sobre lo que ya eran recuerdos de un tiempo mejor que estaba en sus últimos momentos.

Eran algo más de las cuatro y ya llevábamos cuatro copas cada uno, cuando Hugo comenzó a sentirse un poco mareado por el alcohol. Él quería salir a tomar el aire y yo deseaba irme de allí. No soportaba ver a tanta parejita empalagosa junta, ignorándonos. Sin que nadie se diera cuenta nos fuimos de allí, camino de la cita de cada noche en la Mansión. Al poco de cruzar la puerta, casi llegamos a arrepentirnos y habríamos dado la vuelta de no estar Miriam tras la barra. La pista estaba vacía y entre las dos barras, apenas había una decena de personas celebrando sus notas o tratando de olvidarlas con alcohol. Sin dejarnos decir una sola palabra, teníamos dos copas de whisky frente a nosotros. La visita a Miriam no duró mucho, apenas una media hora, lo que tardamos en acabar con la copa y lo que tardé en alcanzar una fase avanzada de somnolencia. Al salir por la puerta, me habría ido a dormir, pero Hugo me convenció para tomar una última copa aquella noche, con la excusa de que tardaríamos mucho en tener otra ocasión así. Nos dirigíamos sin rumbo fijo en busca de algún sitio abierto en el que a ser posible, no fuéramos los únicos.

- ¿Tu estás loco? ¿Sabbat?
- No los pasaremos bien, seguro que encontramos alguna víctima.
- El camarero me odia...
La música esta a un volumen casi ensordecedor, las palabras sonaban en murmullo indescifrable y el camarero seguía odiándome. Cualquier otra noche, lo hubiera ignorado, pero tal vez por la cercanía en el tiempo de los exámenes estaba irascible en exceso y no puede reprimir unos cuantos insultos, caro está, después de tener mi copa en la mano. Fuimos avanzando entre la gente, haciéndonos sitio entre empujones tratando de evitar derramar nuestras bebidas, intentando encontrar un lugar menos poblado. En el centro de la pequeña pista rectangular, se abría un gran hueco. Casi por inercia nos colamos hasta la primera fila para comprobar lo que causaba tal expectación. En medio de tanta gente, estaba una chica morena, de piel extremadamente pálida y una minúscula falda que apenas si lograba alcanzar sus muslos. Aparentaba alrededor de veinte años y parecía estar acostumbrada a provocar aquella actitud entre la gente.

- ¿Quién es?
- Se llama Ana, de profesión niña de papá.

Hugo siempre ha sido un tanto cotilla y normalmente está al tanto de todo lo que le sucede a todo el mundo. Cuando se le pregunta por alguien, suele tener bastante información y la cuenta. Si no sabe nada o si conoce poco de la persona por la que es interrogado, suele salir con frases que aluden a la imagen que aparenta. No debía conocer mucho a Ana y tal vez por eso la calificó de niña de papá. Nunca he conocido con exactitud el límite entre ser niño de papá y ser solamente un poco consentido, pero en cualquier caso, supongo que si algún día tengo hijos, los malcriaré todo lo que pueda. Ana se movía con total naturalidad, bailando para ella misma, como si no existiera nadie más, convirtiendo las decenas de ojos en un elemento decorativo más. Miré a un lado u otro del círculo, perfectamente marcado, como si todos estuviéramos al borde de una infranqueable línea. Algunos hablaban entre sí, sin apartar la vista de ella, otros, los más, simplemente contemplaban casi boquiabiertos el espectáculo.

Durante unos instantes, ella dejó de mirar al infinito, para fijarse en alguno de los rostros que la contemplaban. Volvió a hacerlo repetidas veces, en todas las direcciones, como si estuviera buscando a alguien, aunque sin saber dónde estaba o siquiera si estaría entre nosotros. Su vista en su recorrido, se paró en mi. Después de fijarse de nuevo en un punto que estaba fuera del alcance de cualquiera de nosotros, volvió a posar sobre mí su mirada. En ese momento, no pude distinguir el color, pero sus ojos, claros en cualquier caso, despedían un brillo especial, que estaba acorde con la belleza del resto de su cuerpo.

Dejó de moverse y se encaminó hacia el lugar en el que estábamos Hugo y yo. A nuestra espalda, estaba la barra y por inercia me aparté, abriendo la puerta a un pasillo que comenzaba en mi. Siguió andando, marcando el balanceo de sus caderas. Se paró ante mi y un susurro salió de sus labios mientras me cogía la mano.

- Baila conmigo.

Quise oponerme, pero las piernas parecían no tener comunicación con mi cerebro y siguieron las suyas. Al llegar al centro del círculo, la atención de todos pasé a ser yo. Oía voces de fondo que preguntaban quién era, si nos conocíamos de algo, porqué me había escogido a mi... Pasaron varios minutos hasta que logré sacudirme la timidez y comencé a seguir, lo mejor que pude, sus movimientos frenéticos. No sé cuanto tiempo estuvimos bailando en medio de aquel círculo invisible, que poco a poco, se fue deshaciendo. Perdí la noción del tiempo, de dónde estaba e incluso de quienes éramos. También había perdido de vista Hugo. Hubo un momento en el que el cansancio casi me impedía seguir bailando e incluso, parar. Tenía miedo de caerme si lo intentaba. En medio del mareo, provocado por una incipiente borrachera y tanto movimiento, nos acercamos a la barra y tomamos una copa. La penúltima dijo Ana, la última es en mi casa.

La noche terminó al amanecer, cuando ya no podíamos sacar más energía de nuestros cuerpos, entre intentos desesperados de prolongar un instante más el momento. Varias horas después, volví a sentir la luz del día que me hizo despertar. Junto a mí, seguía dormida Ana. En sueños, su belleza era aún mayor que despierta, era ese tipo de mujer que colma los sueños de cualquiera. Aparté el pelo de su cara y la caricia hizo que se despertara. Abrió sus ojos aún somnolientos, de un verde inolvidable, su rostro, se iluminó con una sonrisa.

- ¿Sabes? aunque no lo creas, para mi ha sido la primera vez.
- Para mí también.
- Me he sentido mejor que nunca... - sonrió de nuevo, dejando un intervalo en el que seguramente esperaba oír una respuesta similar de mis labios, que no fui capaz de utilizar -. Aún no sé tu nombre.
- Raquel, me llamo Raquel.