lunes, 15 de febrero de 2016

Cartas de desamor: Beatriz


Cuando decides irte a vivir a una casa vieja, te encuentras con la historia de los inquilinos a lo largo del tiempo. Su vida queda reflejada en los golpes de los marcos de las puertas, en los arañazos del suelo y en cada marca que aparece en los muebles. Cuando decidí comprar aquel piso de las afueras de Madrid, no esperaba encontrarme con aquella caja perdida en el trastero, tampoco esperaba encontrarme la correspondencia de años del antiguo propietario y mucho menos aquella caja de puros llena de cartas de todas sus parejas.

Parte de la culpa de que llegase a leerlas la tiene el aburrimiento y la otra mitad, la necesidad de acallar la sed de curiosidad de ese cotilla que todos llevamos dentro. Inicialmente me llamó la atención que los nombres de los remitentes fueran todos distintos, leyéndolas, descubrí el motivo.

----- Beatriz / 29 de noviembre de 1999  -----

Madrid, 29 de noviembre de 1999

Hola Dani

Ha sido un mes muy raro. Desde que nos conocimos llenaste toda mi vida y mi único mundo fuiste tú. Han sido unos días raros, porque no hemos tenido términos medios. Fueron increíbles los días buenos y creí morir los días en los que no te tenía a mi lado.

No sé si estos últimos días han sido solamente días malos o si se trata de los últimos días. Sé que no me prometiste amor eterno, ni siquiera amor, pero el caso es que en estos pocos días yo he llegado a quererte tanto que daría mi vida por ti. Te seguiría donde tú dijeras y dejaría atrás lo que hiciera falta con tal de tenerte siempre a mi lado. Te quiero, sí, no me cuesta decirlo. ¿Te suena raro? No me puedo creer que nunca nadie te lo haya dicho antes nada más conocerte, porque fue lo que me sucedió a mi. Fue ese amor a primera vista de cuento de hadas. Así apareciste tú, como ese príncipe que en el cuento enamoraba a la princesa antes de terminar el baile.

Decías que tenías demasiado cercana tu última relación como para enamorarte tan pronto, que no querías quererme antes de tiempo por si acaso. A mi me hubiera gustado no quererte, porque así no estaría sintiendo ahora lo que siento, por que no tendría ese dolor por tu ausencia, ni ese miedo de no volver a verte. Porque tampoco sé donde buscarte, lo único que sé de ti es tu nombre y donde está tu casa. Me he pasado por allí ¿sabes? Parecía una casa abandonada, igual estabas dentro mientras llamaba a tu puerta, cuando quería pensar que las persianas bajadas eran sólo para aislarte del frío que hacía. Estuve allí más de tres horas, sentada en el portal de enfrente, esperando que aparecieras por el portal.

Tenía miedo de verte llegar de la mano de otra, pero tenía más miedo de no verte llegar. No sé si me fui antes de tiempo y a los pocos minutos apareciste por ese portal. O si llegaste después de una noche de fiesta entre semana. No sé si llegarás a leer esto que te escribo o si cuando lo estés leyendo ya no tenga ningún sentido porque volvemos a estar juntos. Ojalá sea así. Nada me haría más feliz que llegar a tu casa y encontrarme esta carta cerrada, para poder romperla después de que la leas por primera y única vez.

Me gustaría que sonara el timbre de la puerta o del teléfono antes de terminar estas líneas, de dejar a medias esta carta, de dejar a medias el resto de mi vida y vivir cada día a tu lado. Me gustaría que no hubiera más días tristes, que todo el tiempo volviera a ser alegría por tenerte a mi lado. Porque si tú estás a mi lado ya no necesito nada más para ser feliz.

Porque te quiero, porque me da igual si te parece que es pronto para decirlo pero es así, te quiero, porque veo tu foto y siento ese escalofrío que recorre mi columna. Te quiero, con todo mi ser y nunca más podré sonreír si no te tengo a mi lado. Te quiero y no me gustaría despedirme, pero no me salen más palabras si no te tengo a mi lado. Te quiero y siempre te querré. Y si lees esta carta pasado el tiempo, te seguiré queriendo y estaré esperando que tú me digas que ya es el momento de que yo escuche por primera vez esas palabras de tu boca.

Te quiero


Bea


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