lunes, 22 de septiembre de 2014

¿Qué nos hace ir a votar?

Después de ver los resultados de Escocia y de dos críticas que he recibido a una de mis publicaciones, me pregunto ¿qué nos hace ir a votar?

Siempre se ha dicho, y creo que es una realidad, que el quien está de acuerdo o contento con algo no tiene necesidad de mostrar su opinión. Así ocurre cuando se trata de unas elecciones. A la vista está que la política europea nos interesa poco y poca gente fue la que se acercó a votar en las últimas europeas en las que no se llegó al 44% de participación en España y en cambio, en Escocia ha votado casi el 90%.

Entre unos números y otros hay una clara vinculación entre lo que nos jugamos si no sale nuestra opción y el esfuerzo que supone ir a votar. Cuando creemos que no nos jugamos nada (¡ojo! uso el plural porque yo también estaba llamado a votar, no porque no lo hiciera) como en las pasadas Europeas, buscamos cualquier excusa para justificar la baja participación: que si llueve, que si hace sol, que si es verano, que si es invierno, que si juega mi equipo, que si no tengo nada que ponerme ¿?

Pues sí, es así, cuando no hay nada en juego, simplemente pasamos de largo, en cambio, cuando se ve que la vida va a cambiar si no sale la opción que queremos, salimos a la calle a defender aquello en lo que creemos y me refiero tanto a los escoceses, como a los españoles (que fueron muchos) que salieron a las calles el dos de mayo de 1808.

Más de doscientos años de diferencia, millones invertidos en comunicación, distintos modos de expresarnos... en suma, todo distinto, pero a fin de cuentas, nos comportamos igual y defendemos solamente aquello que podemos perder. Y en caso de votaciones de baja participación, salen resultados que a muchos sorprenden y que a otros nos parecen lógicos.

Yo nunca he visto una manifestación para pedir que todo siga igual... Nunca. Y seguramente no soy el único. Los que se manifiestan son los que luchan por algún cambio. Por eso, cuando llegan las elecciones, los resultados sorprenden (yo soy de los que opinan que si en Cataluña se hiciera mañana un referendum vinculante por la independencia total de Cataluña respecto al resto de España, ganarían los unionistas, al igual que en Escocia y que si fuera una votación consultiva, sería al contrario).

Lo mismo pasa cuando compramos. Todos conocemos la historia de alguien que nos cuenta lo mal que le trataron o el mal producto que compró en una tienda y ni siquiera sabíamos que compraba habitualmente allí... seguramente lo había hecho durante años. Pues lo mismo ocurre con las opiniones y en este caso, me ha pasado a mi.

Desde que está publicada, Nadie dijo fácil (http://www.amazon.es/dp/B00KRIMD00) ha sido descargada casi quinientas veces y si le juntamos el resto de los escritos que tengo publicados en Amazon (puedes echar un vistazo en www.amazon.com/author/dmm), salen más de mil descargas. Pues solamente tengo dos opiniones, casualmente, las dos negativas y más casualmente aún, las dos por el mismo motivo, su extensión y profundidad de personajes. A los otros 998 ¿les ha gustado? No lo sabemos.

Siempre he respetado todas las críticas, pero es de que alguien proteste porque le están dando lo que ha pedido, no lo llego a entender. En todos los ebook de Amazon, te indica una longitud aproximada y si la longitud es de unas pocas páginas, es fácil deducir que la historia no será muy profunda ni tendrá gran desarrollo... los relatos cortos son así y si quieres otra cosa, es más fácil encontrarlo en una novela. Pero aún así he tenido dos críticas y ambas negativas. Lo malo de esto es que no tengo derecho de réplica, para que los potenciales lectores puedan conocer también mi opinión. Me parecería correcto que criticasen todo o incluso que la calificaran de aburrida, pero la historia de Nadie dijo fácil, se quedará con esas dos opiniones que la critican por ser corta... ¿cuántas canciones o poesías nos hubiéramos perdido si rechazásemos todo lo que baja de cien páginas?

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